El señor que atendía (probablemente estaba en sus 40's pero yo lo veía ya como un hombre entrado en su etapa de jubliación), sacó una cinta de medir y cuidadosamente empezó a anotar los números que darían la medida exacta para enmarcar tan importante reconocimiento para mí. De repente sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo, algo que no había sentido antes (o que tal vez no había podido reconocer), un escalofrío muy comfortante, como dador de una especie de paz, de intimidad, de seguridad, de cuidado. Me dí cuenta que lo sentía cada vez que el señor amable y cuidadosamente tomaba medidas y anotaba en una hoja los números de aquel marco color aqua. Quería experimentar más ese sentimiento y le pedí entonces que enmarcara otras cosas, que combinaban aún menos con aquél marco color aqua. Observar como lentamente tiraba de la cinta de medir y anotaba los números en esa hoja, me llenaba de ese escalofrío extremadamente reconfortante.
Pasaron los años, los marcos color aqua estuvieron sobre mi cabeza por muchos años y cada vez que voy a un lugar y alguien le pone ese cuidado y atención algo (como lo es el simple hecho de anotar un pedido para un envío por paquetería), y siento que la persona lo toma como si yo le estuviera encargando al primero de mis hijos, me sigue llegando ese escalofrío, esa sensación tan reconfortante, que siento tan humana, como una especie de conexión de necesidades, de estar ahí para el otro, de cuidar y sentirse cuidado. Es muy extraño, pero cada vez que me sucede, lo disfruto muchísimo.
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