Pasan los meses, las semanas, los años, y seguimos estando ahí, para uno, para dos, para todos. Tan diferentes, pero tan iguales, tanto pilares de apoyo como remolinos en pie de lucha (se oye medio mamón, pero así es ja!). Ayer, nos volvimos a encontrar.
Hubo de todo. Desde cuestionamientos, duras verdades, reflexiones, consejos, "piropos" y risas intercambiadas hasta "pieles de gallina" e incluso, ojos llenos de lágrimas de todos los que estuvimos ahí.
Tan intensa, variada y abierta estuvo la plática, que hasta sueños de bodas fueron parte de la conversación (y sí, éramos 4 hombres ja!). No crean que este es un tema exclusivo de las mujeres, no!, los hombres ( o por lo menos, quienes estuvimos ayer ahí), también tenemos sueños de bodas: en qué lugar, cómo sería la fiesta, la luna de miel, el anillo (cuánto gastar y la entrega del mismo), o que otras formas existen de comprometerse mutuamente sin anillo, hasta cómo debería ser la entrada al templo y como nos gustaría sentir cuando vemos que entra la mujer con quien deseamos compartir el resto de nuestros días por ese pasillo.
El tema fue tan (extrañamente -o ansiosamente-) platicado, que incluso, uno de los presentes, me compartió este video. ¿Cliché de los videos en internet? tal vez, pero pues a mí (y así como a quien me compartió este video) me llegó. Me gustó por las caras, por el atrevimiento, la complicidad, el sueño, el romper esquemas, el hacerlo a su manera, pero principalmente, por la felicidad que se irradia desde y para todos.
En fin, estas reunionones de amigos, de hermanos de toda la vida, me llenan, me gustan, me complementan, me completan. Me hacen pensar, agradecer y darme cuenta, de tantas, pero tantas cosas. Gracias, se les quiere, se les abraza, se les respeta y se les admira. Nos vemos en la noche.
Nota: El caballo rampante no estuvo listo, hay que regresar en un rato (ah, pero como la hacen de emoción ja!)
Que vida esta, que hablando de ella, se manifiesta... se escurre cual entrometida que es y de pronto, la piel se enchina y, sin darte cuenta, eres su complice, su victima. Y entonces es hora de abrir otra cerveza, y seguir riendo.