En fin. Hoy 6 de enero, se cumplen exactamente 10 años de que me fui a vivir a las tierras de color blanco. Primero, no puedo creer que ya hayan pasado 10 años (eso me hace recordar que el mes que entra, estaré cumpliendo 30, chale!); y segundo, sigo sorprendido de lo mucho que se generó en mi vida por haber tomado la decisión (apoyada y hay que ser honestos, financiada por mis padres) de irme a estudiar a país escandinavo.
Recuerdo la celebración de año nuevo previa a mi viaje. Estábamos rodeados del temor del 2K. Las ciudades se iban a quedar sin luz, las computadoras se iban a voltear en nuestra contra y fraudes millonarios se harían de la noche a la mañana. Incluso recuerdo que el padre del anfitrión de nuestra universitaria fiesta, había rentado dos plantas de luz, porque a las 00:01, la ciudad, se iba a aquedar sin luz. Al final la ciudad no se quedó sin luz, las computadoras no se voltearon en nuestra contra y ningún fraude millonario se hizo de la noche a la mañana (bueno, ninguno adicional a los que normalmente ocurrían). 6 días después de ese enrome fraude (y gran decepción mediática), me encontraba montado en un avión para enfrentarme a una de las etapas más importantes de mi vida.
El tiempo que viví allá se volvió atemporal y fuera de cualquier calendario, formando parte clave en mi vida. Pero esto sucedió no sólo por lo que el país y su cultura me ofrecieron, sino porque también, curiosa y coincidentemente, viví muchas cosas importantes en la maduración de este su servidor. En retrospectiva, defino a las tierras de color blanco, como: “El País de mis Primeras Veces”.
Allá fue la primera vez que viví solo. La primera vez que tuve novia. La primera vez que viví una relación de larga distancia. La primera ( y quiero creer, única) vez que sufrí un engaño amoroso. La primera vez que viajé solo por tanto tiempo. La primera vez que tuve intercambio emocional (de nueva cuenta, interprete como ud quiera) con una chica extranjera. La primera vez que me enamoré a primera vista. La primera vez que me sentí en casa fuera de casa. La primera vez que me emborraché como universitario. La primera (y única vez) que terminé un trabajo final 1 semana antes de la fecha de entrega. La primera vez en construir relaciones en otro idioma. La primera vez que ví en concierto a Sting (importantísimo!). Fueron éstas y también muchas otras primeras veces.
A estas primeras veces, agregue ud todas aquellas otras primeras veces que amablemente, el país anfitrión, me ofreció. Allá fue la primera vez que experimeté la noche a las 2 de la tarde y la mañana a las 2 de la madrugada. La primera vez que experimenté una temperatura menor a los -20º C. La primera vez que ví nevar tanto. La primera vez que ví una aurora boreal. La primera vez que salí corriendo de un sauna directo a la nieve. La primera vez que pude estar en el Círculo Polar. La primera vez que estuve en un hotel hecho 100% de hielo. La primera vez que comi toda cantidad y variedad de moras. La primera vez que tuve contacto con el concepto real y cotidiano del cuidado de la ecología. Fueron éstas y también muchas otras primeras veces.
Sé que tuve (y creo que de cierta forma, todavía sufro) una especie de enfermiza atracción a todo lo que proviene de ese país. Era (es) difícil no tenerla cuando algo te marca de forma tan importante en tu vida. En las tierras de color blanco, encontré lo que tanto como mexicano (no sabía que) me faltaba; y también compartí todo lo que como mexicano (no sabía que) me sobraba y a ellos, les faltaba. Por más cursi que suene, no me cabe la menor duda que mi vida, se puede dividir en dos grandes etapas: antes y después de las tierras de color blanco.
Es difícil expresar en palabras todo lo que las tierras de color blanco significaron (y significan) en la construcción de lo que es hoy (y será) mi vida. Sólo sé que ya es parte de mí el cálido sentir que llega cada vez que tengo contacto (real o imaginado) con esas frías tierras.
Hoy, a 10 años del encuentro de dos de mis mundos, me encuentro también viajando. Esta vez es por motivos laborales y con una duración de 3 días. Pero quiero pensar que así como ese año 2000, un 6 de enero, día de la epifanía, me encontraba viajando e iniciando un año clave en mi vida, que el 2010, será igual.
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Esta pista clandestina, antes de ser llamada así, fue originalmente bautizada por un sueño de rockstar en la capital de las tierras de color blanco.
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Se escucha desde la cabina del piloto “Bienvenidos a Nueva York”. He viajado varias veces a NY pero nunca, he tenido chance de ver la ciudad. Al parecer, esta vez sí se podrá.
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Hoy me dí cuenta de que la buena voluntad puede más que mis despistes y la “tramitología” mexicana juntas. Hace un par de días, en un descuido, dejé mi pasaporte en un taxi. Gracias a la buena acción (en todo el sentido de la palabra) del chofer, lo pude recuperar a tan sólo 40 minutos antes de tener que abordar el avión en el cual me encuentro en este preciso momento.
Hoy, para mí, Melchor, Gaspar y Baltazar encarnaron en la vida de un amable y responsable conductor de taxi. Gracias por mi regalo de Reyes.
Ahora, lo que me empieza a preocupar, es que cada vez más mis llegadas al aeropuerto, son más “dramáticas”. Espero que no siga subiendo el nivel!
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El sábado, se casa quien por casi 15 años, ha sido mi mejor amigo. Todas las felicidades mi hermano! Mis eternos buenos deseos, te los daré en un cálido abrazo y en persona.
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Este año me ha recibido montado en varios aviones, ¿serán señales premonitorias de lo que será este año?
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