Esta frase al parecer, según las especulaciones de la Secretaría del Trabajo, se escuchará más de 350,000 veces este año (y según Slim, muchas más). La crisis pega no cuando lees en los periódicos o cuando ves en el noticiero nocturno esta frase, si no cuando escuchas que tu papá, tu vecino, tu hermano, tu hermana, tu hijo, tu mejor amigo o incluso tu, han perdido el trabajo. La crisis está no en los números, si no en la experiencia personal.
Hace un par de días sucedió en la oficina. Un caso más cercano tal vez esta vez, el de una persona que me caía realmente bien. En el pasado, yo lo recomendé incluso para un par de trabajos. Lamentablemente, la decidia, el conformismo, el no ir más allá o la falta de visión (según entiendo por parte de las personas que trabajaban con él) fue lo que lo llevaron a que le dijeran la terrible frase de invitación al turismo de aventura dentro de la oficina del supervisor.
Hay muchas personas, de esas 350,000 que se sentirán tristes escuchar esa frase, otros, se sentirán contentos porque podrán, aunque por una razón extrema, dedicarse a lo que realmente les apasiona, otros no se preocuparán porque saben que encontrarán tal vez algo mejor.
Los casos más tristes (además de la propia noticia que puede ser muy fuerte!), son aquellos en los cuales es darse cuenta que fue por ellos (y no por una decisión global de un cierto ejecutivo asustadizo que decide cortar cabezas en el extranjero para que la suya no sea cortada), por qué fueron llamados a la oficina del jefe. Es ese momento en el que uno se da cuenta, al momento de recibir las razones de por qué esta relación laboral ya no va más, aún a pesar de las oportunidades presentadas, que se da cuenta uno de que no hay nadie más culpable que uno mismo al no aceptar las oportuniddes, no haberlas visto, no las disfrutó o no las hizo crecer. Lo más triste es dejar ese lugar sabiendo que pudiste haberlo hecho diferente. Pero ya no es momento para decir "lo puedo hacer diferente", el punto es que no lo hiciste. Al final no queda mas que decir "Gracias, pero acá no".
Quien tuvo la desfortuna de dar esa notica me comentaba que había sido un día difícil. Me imagino, nunca me ha tocado dar la noticia o ser quien diga "¿Puedes venir a mi oficina un momento por favor?", pero me imagino que no ha de ser nada sencillo.
Mi compañero se llamaba Pedro, yo Juan.
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