La relación hijo-padres de aquel que vive fuera de la casa de sus padres termina, en la mejor de las ocasiones, convirtiéndose en una relación de fin de semana, ya sea telefónica o de alguna que otra comilonga restaurantera o casera (según el desfase de la crisis).
Las razones por las cuáles uno buscaba a sus padres cuando era uno párvulo adolescente (o adolescente párvulo?) van desde el tener un lugar a donde caerle a dormir y comer ("pero no creas que esto es hotel!"), tener un espacio propio ("compartes el cuarto con tu hermano"), saber que todo estará bien cubierto en temas de educación, vestimenta ("vas a salir con esos trapos?"), e incluso diversiones ("te vas a gastar tu domingo en eso?"), hobbies ("mejor estudia algo y luego ya te dedicas a lo que te gusta") y todo tipo de apoyo que uno necesite para desarrollarse. Dentro de esos múltiples insumos necesarios para el desenrollo del chamaco, pues está el del consejo del padre, que va desde qué carrera estudiar o qué tenis comprarse, hasta si debe o no llamarle al ser amado.
Cuando uno sale de casa de sus padres (yo llevo casi 10 años fuera, con un pequeño paréntesis de 2 y medio), pues poco a poco la naturaleza del ser humano ("naces, creces, reproduces y mueres"), pues a uno lo va llevando a necesitar cada vez menos de los padres (no porque uno no quisiera recibir una vacación pagada, unos tenis o la colagiatura pagada a una maestría ja!), debido a que uno se va haciendo de sus propios recursos y se va preparando a sí mismo para ser padre y empieza, poco a poco, a convertirse en ese proveedor (presente o futuro) de bienes (materiales y espirituales) para sí mismo y de los que lo rodean (o rodearán).
Los padres saben de esto, y saben que uno se va preparando para eso y por lo tanto también dejan de jugar el rol de proveedores (más a huevo que con ganas). El problema para ellos (según amena plática a mitad de Palmas y Periférico a las 7 pm), es que llevan años siendo proveedores y cuando les quitas eso, no saben como reaccionar, no encuentran su lugar y obviamente, aunque lo nieguen, lo extrañan. Lo único que les queda por proveer a sus chamacos adultos, es el consejo. Es a através de los consejos que siguen sintiéndose bien y llenos de ese rol de padres que han venido haciendo hace ya tanto tiempo.
Me cayó el 20 (devualuadón, pero me cayó), que se nos (me) olvida que los padres quieren seguir siendo padres, ahora a través de su única herramienta: el consejo; y hay pocas (poquísimas) veces que acudimos (acudo) por uno.
Tal vez se sentirían mucho más plenos con tan solo escuchar de sus hijos aquella Ninocanunesca frase de "y ud. qué opina?".
Lo haré más seguido.
Publicar un comentario