Despues de la veintiaba oracion (si, ore), pense que salir seria mejor plan, ya que de los anteriores planes que tenia, ninguno de ellos me ofrecia un final que no fuera el de mayor ansiedad. Nos soltamos de las manos, me levante y aunque mis manos y mis pies estaban empezando a sentir un raro cosquilleo, pude lentamente caminar hacia la puerta.
Primero fuimos un par los que salimos, despues fueron llegando varios mas, aunque me sorprendio que no hubiera mas gente buscando un lugar afuera, imagino que tal vez sentian que si permanecian todos juntos, estarian mejor si algo suciediera. Yo en cambio, necesitaba ver (y de alguna forma sentir) que podria tener el control (o un mayor control) de lo que esuviera sucediendo, y poder actuar con mayor rapidez, en lugar de recibir la noticia de forma sopresiva y seguir formulando historias de una inoportuna y tardia respuesta de mi parte, que solo aumentaban la angustia dentro de mi cabeza.
El agua transformaba su estado liquido a solido cuando golpeaba la parte inferior del bote. Asi se escuchaba y asi se sentia. "Seran 5, 6, 7 u 8 metros?" era la matematica adivinanza que mantenia a mi mente ocupada de no sentir mayor ansiedad. Extranamente mi estomago estuvo bien todo el tiempo, creo que tal vez era porque mi cabeza estaba demasiado ocupada con tranquilizar la ansiedad para estar mandando senales de malestar a mi estomago.
Primero fue el agua que brincaba al momento que el bote rebotaba con fuerza sobre las olas la que mojo mi cuerpo, despues, fue la lluvia que caia desde el cielo.
No escuchaba nada mas que el viento entrando fuertemente en mis oidos. En algunos momentos, el viento se mezclaba con aquel enfermizo sonido que se genera cuando alguien esta inconscientemente devolviendo el estomago. Ese sonido era generado por una companera de viaje.
En un momento se sientio que no nos moviamos, pense que seria la fuerza con la cual las olas chocaban el casco del bote las cuales hacian frenar y retroceder su paso. No era asi. Otra companera de viaje escucho de algun tripulante del barco, que un motor se habia averiado.
Mi mente imaginaba la lista que se mencionaria en los periodicos y en los noticiarios alrededor del mundo. 14 nombres de turistas, todos ellos australianos, serian mencionados uno por uno. "Jowur McIas", el nombre que venia en mi boleto, seria uno de ellos.
Otra persona, nativa del lugar, salio por la misma puerta por la cual yo sali, se acerco y nos comento a un companero y a mi: "Llevo 4 anios haciendo este trayecto, y nunca habia vivido un mar asi". El juego matematico de adivinar el tamano de las olas que parecia mantener ocupada a mi mente, ya no tuvo mayor sentido.
Me aferre como nunca antes me habia aferrado a algo antes en mi vida. Fue a un barandal blanco, oxidado, que dejaba ver el metal del cual estaba hecho y que aunque no generaba ninguna barrera fisica entre yo y el mar, si generaba una barrera mental. Mis manos y mis piernas empezaron a acalambrarse, pero aun asi, seguia aferrado a ese tubo blanco.
Para volver a tranquilizarme, intente de nuevo en concentrarme en medir el tamano de las olas y tratar de adivinar cual seria el efecto que tendrian en los tripulantes que ibamos en ese barco al momento de impactarse con el bote. El companero que tenia a mi lado, buscaba tranquilidad al tratar de controlar su respiracion. "Cuando el barco va hacia arriba, inhalo, cuando va hacia abajo, exhalo" me dijo seriamente. Intente por un momento mirar a otro lado que no fuera hacia adelante, pero lo unico que consegui fue ver a mi companera de viaje desmayandose y una horizontal del mar con el cielo que ya no existia mas.
Pasaron los minutos y se acumularon en horas. Nos enfocamos en algo fijo que se pudo empezar a ver lo lejos entre las nubes grises. Ahora el juego matematico no se concentraba en el tamano de las olas, sino en tratar de adivinar cuantos serian los kilometros entre nosotros y lo que prometia ser tierra firme.
90 minutos que se convirtieron en 210.
Llegamos al fin a ese objetivo al cual nos aferramos. Mis manos que ya estaban blancas y entumecidas, soltaron con alegria ese tubo blanco. Mi mente y todo mi cuerpo, pudieron descansar.
Al cruzar por los pasillos del bote al salir, lo unico que se percibia era una mezcla de lagrimas de alegria con el fetido olor a vomito que se acumulaba en los pasillos. Pudimos salir. Pisamos tierra firme.
Todo mundo teme a algo. Yo, le temo al mar y a las alturas. Ayer, me vi frente a frente ante uno de mis mayores miedos: el mar, un viejo bote, lluvia, viento y un lugar lejano.
Me siento bien, muy bien, de poder estar escribiendo en esta pista de aterrizaje. Extranamente, saber que iba a poder escribir en esta pista, fue algo que ayudo a mantener mi mente mas tranquila mientras estabamos en el mar.
Qué momento... uno de esos que no se desean vivir, pero que cuando ya se han vivido se convierten en parteaguas de la vida, casi siempre para mejorar a partir de la reflexión.
Venga chavo aventurero! Qué buen post... transmite mucha emoción.
Me confundo, leo y parece que no entiendo. Me angustio... espero todo este bien, espero las olas hayan callado y el mar esté más apasiguado. Espero esté de regreso aquella Tierra donde el Sol siempre sonríe.