Desear a felicidad ajena cuando se cuenta con la propia felicidad, es fácil, es más, es compulsivo, y casi casi, obligatorio. No hacerlo es caer en total egoísmo. En cambio, desear la felicidad ajena cuando no se cuenta con la propia felicidad, es un verdadero acto digno de lo sobrenatural, de lo divino, más allá de lo humano.
Gracias a la vida que me ha puesto en el camino, varias personas que son sobrenaturales. Aprendo y crezco con y por ellos.
Publicar un comentario