Llevo semanas masticando el concepto de que uno tiene luz dentro de uno mismo, y lo único que se necesita, es decidirse a dejarla salir. Que esa luz , está prendida por naturaleza humana desde que fuimos descubiertos por este mundo y que somos nosotros, y no los "otros", quienes la encendemos o apagamos. Pero eso al mismo tiempo contradice nuestra naturaleza social, es decir, nuestra dependencia de los "otros". Sería ir en contra de nuestra propia esencia, el decir que la felicidad (o la falta de) de los "otros", no afecta la intensidad con que se prende o apaga nuestra propia luz interna. Es una lucha entre la búsqueda de la "individualidad" y la fuerte (fuertísima) naturaleza social con la cual fuimos programados.
Hoy me despierto con esa disyuntiva. Creo que al final es un balance entre las dos. Primero, aceptar y entender que sí, las acciones, soplidos o bocanadas de huracán por parte de los "otros", hacen que se encienda más o disminuya el fuego de nuestra luz interna. Pero que al mismo tiempo, no podemos olvidar el ser realistas y mirar con lupa subjeobjetiva hacia adentro y darnos cuenta del tamaño e intensidad real de nuestro fuego y luz internas. A veces pensamos que lo que tenemos internamente es apenas un fuego mal encendido (debido a lo que pensamos es poco conocimiento boiescautero ja!) y que necesitamos ayuda de un profesional de la piromanía (o ya de plano de alguien que mueva platito desechable de arriba abajo y de derecha a izquierda para encendar más el fuego parrillero ja!), pero resulta que de plano lo que verdaderamente tenemos dentro, es un fuego de esos de pelicula joligudense.
Decía el Master & Commander: "Para encontrar el centro, hay que mirar a los extremos".
Publicar un comentario